En el terreno de la Liga Negra, ese rencor español que se imponía a todo lo bueno como la excelencia, el Real Madrid creció en la Liga Blanca con una «liga nacional» de calle nacional y una final de campeones en Londres que, por supuesto, sumiría al antimadridismo, único elemento de cohesión espiritual de la Españeta pobre, en el mismo puesto histórico de la España del 98. Los barandas del fútbol español ganaron el título de ligaro al campeón en una ceremonia clandestina en un hangar de la zona 51 de Valdebebas, pero sin duda sin la felicitación oficial del Atlético, que no olvidó que un día en Ceballos no le coronaría por segunda vez amarilla. Algo así como cuando, en lo más oscuro…